Sebastian Bernal (setaz) tiene el orgullo de llevar el nombre de uno de los protagonistas de la novela “café con aroma de mujer”, razón por la cual en su generación hay tanto “Sebastián”. Dentro de otras cosas que lo definen, es verde aguamarina y le apasiona el color terracota, su primer fracaso fue intentar permanecer peinado y su don divino es el de la torpeza.
Trece de veinte años lee han llevado a tener una certeza en la vida, desde muy niño uno debería llevar en el cuerpo más colores que inyecciones, medida que disminuiría tanta enfermedad visual pero que aumentaría el riesgo de sufrir problemas del corazón, esta idea le llevó a hacerle una apuesta a la educación y ya llevo tres años que ha caminado en una discusión con sus padres por hacerle una apuesta al trabajo artístico y su enseñanza, debate que parece no tener un final feliz pero que pese a esto me ha mantenido en pie durante 8 semestres de licenciatura en artes desarrollando una de esas tantas vacunas que se inventan en el mundo, con la leve diferencia que esta si está hecha para todo mundo, cada ser humano necesita una dosis leve de color en las mañanas en ayunas y con mucho líquido y otra en las noches acompañada con lecturas de bolsillo
Estas vacunas están haciendo que muchos anden con el corazón en la mano, que esté expuesto a ensuciarse o a arruinarse con la brisa, todo esto hay que sufrirlo para vivir con un constante “gozo estético”, en una filia ocular que vale la pena sufrir.