Texto por: Aura Maria Gallego
Me apena la gente que no ha podido disfrutar el placer de tomar café entre la neblina de la mañana, que se han perdido de palpar las nubes mientras están en la tierra y aprovechan el café para despejar la mente. En ese momento cuando comienza la claridad y las nubes se disipan me gusta bobear con lo que creo y en lo posible busco como leer el horóscopo, que si bien lo he dicho no soy supersticiosa y me angustia mucho leer en 4 líneas la predicción de las desgracias capricornianas, encuentro interesantísimo leer que cosas horribles le pasarán a los demás y seguir tomando mi café.
No es que me crea malvada por leer las predicciones utópicas de las desgracias ajenas, es que aprendí que las mujeres piensan en negro. Las he visto, y me he visto deseando la muerte de otra que tiene la misma falda, el mismo día, en la misma fiesta y una muerte triple si tiene el mismo collar. Ese acontecimiento especifico es para las mujeres lo que es para los hombres una patada en los testículos. Pero las mujeres además de pensar en negro, tenemos la capacidad de comunicar todo nuestro odio con gestos simples que terminan siendo peores que la muerte…
He conocido tantos tipos de mujeres, muchas de ellas valiosísimas y por supuesto inteligentísimas a las que admiro. Otras que son replicas y al parecer impulsadoras de la piedrita brillante y de los leggins sublimados, a las cuales les he cogido mucho cariño, porque amenizan el paisaje de la ciudad y si en algún momento hablará con un personaje de este estilo estoy segura que sería muy similar a hablar con una caricatura. Pero existen otras que ni inteligentísimas, ni replicas, ni autenticas, son mujeres a las que las inyectaron “Perralina” en las venas, parecen estar escondidas en los arboles esperando a que pasen personas felices y desprevenidas para sucumbirse y arrebatarla, son casi sicarias de la felicidad y de la tranquilidad, con armas y todo.
Existen unas que han tenido el atrevimiento de acercarse, que se han ganado un hola con abrazo y todo en la calle y que aún así increíblemente esperan a que sueltes cualquier información con una carga de felicidad para sacar su navaja suiza, impregnada de felicidades anteriores y arrebatártela a como de lugar. Un amigo me enseño que a esas hay que mirarlas a los ojos y soltarles un ““Ve perra” que según la medicina tradicional, resulta buenísimo para combatir la infección de la “Perralina”. Existen otras que se huelen desde tan lejos, que la situación es similar a cuando se quiere evitar un atraco, el instinto hace que te pases de cera, que guardes bien tus cosas, que comiences a caminar más rápido y bajes la mirada para huir, mientras rápidamente privatizas todas las redes sociales antes de que sea demasiado tarde para una balacera de inventos y chismes del sicariato.
Prefiero mujeres que sean autenticas, que no se guíen por ningún patrón, que no les importe lo que es políticamente correcto, que no les importe decir bobadas o afinar una conversación realmente interesante, que ni lo clandestino ni lo legal le impida hacer las cosas que realmente desea hacer, que no se dejen moldear por el destello de las miradas y que creen su propia contraseña de vida, donde lo que importa es ser feliz.
Yo no podría decir con exactitud si fue el café o fue la rinitis lo que desarrollo en muchas mujeres la capacidad de oler la mentira y la hipocresía de estas pobres e insípidas sicarias, de esas que se han llevado tranquilidades, novios, verdades, amigos, oportunidades, trabajos, tweets y hasta objetos, de esas que ni el horóscopo las predice y que podrían aparecer en la tranquilidad de la neblina mientras tomamos café, a esas las dejo en manos de la trivialidad.